Bueno, aqui estoy de nuevo y para una ocasión especial.....
HOY ES EL CUMPLE DE NUESTRA QUERIDA ELÉCTRICA!!!!!!
y como hace mil que le prometí un OS aquí se le dejo, como regalo por este día tan especial......
un besito enorme preciosa......
CAMPAMENTO DE VERANO
Aquel día comenzaba mi nuevo trabajo como monitora en uno de los campamentos de verano que se organizaban en mi comarca. Yo vivía en Forks, un pequeño pueblecito del estado de Washington. Y como todos los años la asociación de amantes de la naturaleza había organizado un campamento escolar durante los meses de verano.
Mi trabajo consistiría en vigilar a los más mayores, cuyas edades oscilaban entre los 10 y los 14 años. Era el grupo más difícil de controlar pero contaría con la ayuda de Ángela, la hija de mis vecinos. La había elegido a ella, aparte de por amistad con su familia, porque me parecía una joven responsable y madura.
Recogí a Ángela y juntas nos dirigimos hacia el campamento. Una vez allí esperamos a los chicos junto con los demás miembros de la plantilla. Aparte de mí y Ángela había otros tres monitores, un encargado, una limpiadora, una cocinera y un doctor. Este último era bastante apuesto y su sonrisa me dejó atontada durante unos segundos. Menos mal que llegó el autobús escolar y tuvimos que hacernos cargo de nuestras obligaciones.
Aquel día no empezó nada bien, ya que cuando llegaron los chicos dos de ellos comenzaron a pelearse por las literas y tuve que poner paz regañándolos más de la cuenta. Creo que fue por eso por lo que al día siguiente decidieron pasar olímpicamente de mis recomendaciones y se lanzaron al río sin tener en cuenta los peligros que les acababa de explicar.
Uno de ellos fue arrastrado enseguida por la corriente y me tuve que tirar inmediatamente al río a por él. Cuando ya le había dado alcancé vi como en medio del cauce había una rama caída. Para que el muchacho no se golpeara con ella interpuse mi cuerpo y fui yo quien se llevó todo el golpe. Pero fue gracias a la rama que mis compañeros nos pudieran sacar de allí rápidamente ya que nos sirvió de tope y la corriente no nos siguió arrastrando río abajo hacia el mar.
El muchacho estaba en perfectas condiciones, sólo había tragado un poco de agua. Pero mi espalda era otro cantar. Me dolían todos sus músculos y tenía unos buenos arañazos resultado de la fricción que causó al empujarme el agua contra la maldita rama. Así que sin quejarme apenas por la insistencia de Ángela me dirigí hacia el botiquín, donde se encontraría aquel apuesto hombre que horas antes había hecho que perdiera la noción del tiempo durante unos pocos segundos.
- Perdón – dije golpeando la puerta con uno de mis nudillos.
- Hola – me respondió de espaldas a la puerta – ¿Qué se te ofrece?
Yo entré cautelosamente y al darse la vuelta y verme empapada y con media camiseta hecha jirones corrió a mi lado mostrando una gran preocupación.
- Pero ¿qué te ha pasado? Estás empapada – dijo mientras me ayudaba a sentarme en la camilla.
- Me lancé al río a por uno de los muchachos y me golpeé contra una rama – le contesté sonrojándome por la cercanía de nuestros cuerpos.
- Está bien… Quítate la ropa que busco una toalla para que te seques.
Madre mía. La situación no podía ir a peor. ¿Pero qué dices? Él es médico… Está acostumbrado a ver cientos de mujeres desnudas al mes. Pero ese pensamiento lejos de tranquilizarme me puso aún más nerviosa. Seguro que él había visto mujeres mucho más lindas que yo.
Cuando me quise dar cuenta ya había vuelto y yo seguía vestida y tiritando sobre la camilla.
- Te dije que te fueras desvistiendo. Te vas a congelar – me dijo pasando una toalla sobre mi espalda.
Mis manos se dirigieron temblorosas al cierre de mi pantalón y lentamente comencé a bajármele. Él esperó pacientemente a que terminara intentando centrar su atención en la ventana. Yo cada vez estaba más nerviosa, así que intenté sacar un tema de conversación.
- Por cierto, soy Eléctrica.
Él levantó una ceja pero yo le dije: “mejor no preguntes”, y ambos estallamos en una carcajada.
- Ok – me respondió – Yo soy Edward.
Cuando estuve en ropa interior se acercó. Se quedó pensativo un momento y de pronto se alejó un poco sonrojado.
- Te he traído también ropa para que te cambies. No sea que te vayas a resfriar. Cuando termines me avisas.
Y se dirigió lentamente hacia la puerta no sin antes dejar un pantalón corto y una camiseta sobre la camilla.
Yo terminé de desnudarme y me puse su ropa. Era un gran detalle por su parte pero casi hubiera preferido estar medio desnuda porque la maldita ropa olía tanto a él que parecía que lo tenía encima.
- ¡Edward! – Exclamé para llamar su atención – Ya puedes pasar.
- Bien – dijo él entrando y mirándome exhaustivamente.
Yo me sonrojé inmediatamente, y más aún cuando acercándose a mí me pidió que me tumbara en la camilla para revisarme la espalda. Lentamente me subió su camiseta y al hacerlo un gran calor inundó todo mi cuerpo. Ya no tenía frío, y el simple roce de sus dedos contra mi piel habían hecho que se me pasaran todos los dolores. Solo podía pensar en sus manos sobre mí, sobre mi cuerpo.
Pero su voz me sacó de mis ensoñaciones, y no precisamente para confirmarlas.
- Bueno, pues esto ya está – dijo bajándome la camiseta – Solo eran magulladuras, aunque tendrás dolores un par de días por el golpe. Además, habrá que curarte la herida, así que te quiero aquí todos los días después de la comida, cuando los chicos duermen la siesta.
Esto último lo dijo con una gran sonrisa. Yo ya me había incorporado y como una tonta le devolví el gesto mientras me levantaba y me dirigía a la puerta. Cuando estaba a medio camino me volví para decirle:
- Mañana por la noche te devuelvo tu ropa.
- Ohh… No te preocupes – me contestó sonrojándose de nuevo – Te queda mejor a ti.
Yo salí de la consulta confundida y un poco sonrojada por el cumplido que había recibido. ¿De verdad pensaría eso o sólo intentaba ser amable? De todos modos mañana le devolvería la ropa.
Al día siguiente apenas notaba los dolores, y todo gracias a la cantidad de calmantes que me había tomado.
Después de comer me dirigí a que Edward me curara las heridas de la espalda, pero para mi sorpresa no estaba él en el botiquín sino una mujer.
- ¿Decepcionada? – me preguntó maliciosamente al ver mi cara de sorpresa.
- Para nada. Sólo buscaba a Edward. – la contesté ácidamente.
- El “doctor” ha tenido un problema familiar y se ha ausentado un par de horas. ¿Puedo “servirte” yo para algo?
Esta mujer me estaba sacando de mis casillas. ¿Acaso la había hecho yo algo para que me tratara así? Pero me controlé, ya que era ella quien tendría que curar mi espalda.
- Por supuesto – la dije intentando sonreír – Venía a curarme las heridas de mi espalda. El “doctor” Edward me dijo que me acercara después de comer.
Sin más preámbulos me quité la camiseta y me senté en la camilla. La nueva doctora me curó bastante deprisa y bastante bruscamente a mi entender. Por lo menos Edward había sido más cuidadoso. O probablemente ayer me doliera menos. No sabía que pensar, así que no dije nada y me fui hacia mi cuarto más dolorida que minutos antes.
Cuando conseguimos que los chicos se acostaran me dirigí hacia mi cuarto. Estaba realmente cansada, aunque no muy dolorida debido nuevamente a los calmantes. De camino vi como Edward entraba en su habitación y decidí llevarle la ropa que me había prestado el día anterior. Ya la había lavado y planchado, así que no tardaba nada en acercársela.
Dos minutos después estaba ante su puerta, un poco nerviosa a decir verdad. Toqué suavemente a la puerta pero nadie contestó. Estaba a punto de irme cuando Edward abrió la puerta. Estaba completamente mojado y solo se cubría con una toalla de cintura para abajo.
- Lo… Lo siento – tartamudeé disculpándome – Yo sólo venía a devolverte la ropa – y automáticamente levanté el brazo con su ropa hacia él.
- Ohh… Está bien. Pero pasa – me ofreció haciéndose a un lado.
- No, no quiero molestar – le dije sonrojándome levemente.
- No te preocupes, no lo haces. Así de paso te miro la espalda.
Yo accedí y entré lentamente a su cuarto. Edward me ofreció asiento en su cama pidiéndome disculpas porque no tenía una silla disponible y se fue a vestirse al baño.
Cuando volvió vestía unos pantalones de pijama y una camiseta que marcaba los músculos de su torso, y tenía su rebelde cabello todo despeinado.
Yo me quedé ensimismada durante unos segundos mirándole y al sentir que se sentaba a mi lado me tensé inexplicablemente volviendo a la realidad de golpe.
- Bueno, déjame ver esa espalda – dijo con una voz tan suave que casi se me cae la baba.
Instintivamente me levanté la camiseta, pero ese simple movimiento de los brazos hizo que soltara un pequeño gruñido de dolor. Tenía todos los músculos de la espalda un poco doloridos y Edward lo notó.
- Será mejor que te ayude – dijo sonriendo y quitándome la camiseta lentamente.
Me volvió suavemente y comenzó a revisar mis heridas. Las rozó un poco con la yema de los dedos y les dio el visto bueno.
- Se están curando a la perfección. Espero que Jessica te haya atendido correctamente.
- No estuvo mal – le contesté. Pero la mención a la cura de la tarde me hizo recordar su ausencia. – Ella me dijo que habías tenido un problema. ¿Está todo bien?
- Sí. Solo fue una falsa alarma.
Yo le miré interrogadoramente y el prosiguió con su explicación sonriendo abiertamente.
- Mi hermana acababa de comprometerse con su novio y me engañó para que estuviera presente al darles la noticia a toda la familia.
Yo solté una pequeña carcajada, a lo que él me miró divertido alzando una ceja, gesto que me invitó a explicarme.
- Bueno… Supongo que todas las chicas somos así. El día que me comprometa también quiero que esté presente toda mi familia.
- ¿Y está cerca? El día, digo…
Yo me sonrojé un poco ante la pregunta y, sobre todo, ante su sexy tono de voz.
- No… Antes tendría que buscar un prometido…
Un cómodo silencio nos rodeó durante un par de minutos, hasta que me di cuenta que ya no pintaba nada allí. El simple hecho de recordar que estaba en el cuarto de Edward y la manera cómo me había recibido me hizo sonrojar mientras me despedía.
- Bueno, ya es hora de irme a mi cuarto…
Él me miró sorprendió y sin más asintió levantándose para acompañarme hacia la puerta. Cuando mi mano estaba a unos tres centímetros del pomo, Edward agarró suavemente mi brazo y me volteó hacia él pegándome a su esculpido cuerpo. Sus brazos rodearon mi cintura y sin dejar de mirarme a los ojos fue acercando peligrosamente su rostro al mío.
- No te vayas… - me susurró rozando mis labios con los suyos.
Yo asentí levemente justo antes de acortar los milímetros que nos separaban y besar sus dulces labios.
Edward me acercó aún más a su cuerpo mientras profundizaba suavemente el beso. Poco a poco sus manos fueron abandonando mi cintura deslizándose suavemente por mis costados. Al llegar a la altura de mis pechos solté un pequeño gemido que se perdió en las profundidades de su boca. Esa fue la señal que hizo que ambos nos separáramos asustados como si una corriente nos hubiera traspasado.
Mis ojos se dirigieron a los suyos y el momento de duda se disipó al verme reflejada en ellos. Le quería, le necesitaba esa noche conmigo. No sé quién dio el siguiente paso, lo único que recuerdo es estar de nuevo entre sus brazos, con mis labios contra los suyos, besándonos apasionadamente. Edward me fue arrastrando hacia la cama mientras íbamos despojándonos de la ropa. Primero fue mi camiseta, luego la suya. Después cayeron mis pantalones, seguidos por los suyos.
Tras quedarnos en ropa interior me dejó caer suavemente en la cama, con cuidado de no hacerme daño en mi maltrecha espalda. Enseguida su boca abandonó la mía y se dirigió trazando un húmedo camino de besos hacia mis pechos. Una vez allí delineó el contorno de mi sujetador mientras con una de sus manos ahuecaba mi espalda para poder quitármelo. Yo le ayudé y en menos de tres segundos había salido volando junto al resto de la ropa. Edward se separó un poco de mi cuerpo para poder observarme mejor y con una gran sonrisa se lanzó hacia uno de mis pechos succionándolo con fuerza y haciéndome gemir audiblemente. Su sonrisa se intensificó mientras me seguía torturando dulcemente.
Una de sus manos se metió debajo de la única pieza de ropa que cubría mi cuerpo y llegó hasta mi abultado centro, acariciándolo suavemente. Poco a poco fue bajando su boca, sin separarla ni un centímetro de mi piel, hasta mi intimidad, donde su mano estaba haciendo maravillas. Una vez allí arrancó con delicadeza mis braguitas de su sitio y se dedicó a saborearme, primero lentamente para luego comenzar una danza infernal que me llevaría hasta el mismísimo cielo.
Una vez logré estabilizar medianamente mi respiración tras haber sentido un intenso orgasmo producido por su dulce boca, tiré de él hacia arriba para volver a juntar nuestros labios, ansiosa por sentirle dentro de mí lo antes posible. Intenté ponerme sobre él para devolverle el “favor”, pero no me dejó insistiendo en que me podría hacer daño en la espalda. Lo dudaba seriamente, ya que no había notado nada en toda la noche, pero le obedecí gustosamente mientras deslizaba una de mis manos bajo sus bóxers y apretaba suavemente su erguido miembro.
Comencé a deslizar mi mano sobre él mientras la otra se paseaba libremente por su espalda y trasero. Edward no paraba de gemir en mis labios mientras me besaba apasionadamente. Se separó ligeramente de mí mientras se quitaba los bóxers y cogía un condón de la mesilla, sin dejar en ningún momento de mirarme a los ojos.
Más deprisa de que lo que me esperaba ya estaba de nuevo sobre mí, son su miembro haciendo presión en mi entrada y sus labios recorriendo mi cuello hasta encontrar los míos. Me miró a los ojos pidiéndome permiso antes de enterrarse en mí, permiso que le concedí sin ninguna duda alzando mis caderas y ayudándole a penetrarme. Lo hizo lentamente, pero de un solo golpe. Cuando lo sentí llenare por completo solté un pequeño gritó de placer, acompañado de un gruñido por su parte. Comenzamos a movernos rítmicamente, primero lentamente para ir aumentando progresivamente. Comenzó a moverse de forma infernal, siempre cuidando de no hacerme daño, saliendo casi por completo de mí para entrar rápidamente y de un solo golpe. Cuando estaba a punto de volver a tocar el cielo me susurró suavemente mientras jadeaba sonoramente:
- Vente conmigo… Vente para mí…
Ese fue el detonante. Sentí como mi cuerpo volvía a flotar, esta vez junto a él, viniéndonos en medio de un mar de gemidos y fuertes jadeos.
Edward colapsó suavemente sobre mí y saliendo de mi interior nos volteó posándome encima de él, echando una manta sobre ambos. Besó suavemente mis cabellos y me incitó a descansar, orden que obedecí gustosamente.
3 comentarios:
Gracias Laura!!! Menudo regalo un Edward para mi solita!!!. Chinchate Jessica!!! jajaja.
Me ha encantado, en serio y creo... que he despertado más de alguna envidia que otra... jajaja
Gracias de veras Lau y felicidades por tu blog!!!
Wooew Lau que hermoso regalooo
Electrica feliz cumpleañoooos espeor que la pases de maravilla y wu envia que te hayas quedado con el doctor cullen jajajaj
Sabes es curioso yo fui monitora de campamento un verano!! (pero tú eso no lo sabías) En serio... y un día me caí en la ducha y me hice un enorme morado... y no quise decir nada pero finalmente tuve que ir a la emfermería... pero no estaba Edward ni nadie parecido...jaaja al menos tampoco alguien como Jessica...jajaj si no una chica bien simpatica que me regaño por no ir antes y que me dio una crema varios días para disolverlo.
Publicar un comentario